Cuando de mirar al cielo se trata, los ojos de nuestros niños, de nuestros alumnos son los ojos del interior del alma que se iluminan, revelan emociones, abren ventanas, trasladan afuera lo que llevan adentro y se atreven a imaginar lo grande de la creación y del amor de Dios, que es siempre mayor. Mirar la inmensidad del cielo también nos ayuda a darnos cuenta de lo infinitamente cerca que estamos unos de otros.