Con la memoria reciente de un 2020 signado por la pandemia y sus dolorosas consecuencias comenzamos este año como un gran desafío: recuperar creativamente lo perdido en hábitos de estudio, actitudes sociales, y en especial en el encuentro personal que es ante todo encuentro humano y educativo. Asimismo, se trataba de aprovechar los aprendizajes logrados en las plataformas digitales integrándolos en un nuevo ciclo. Fue así que decidimos apostar por la mayor presencialidad posible, adaptando distintos espacios del colegio para poder hacerlo priorizando el aprendizaje, recuperando el encuentro personal y el sentido de camada.
Enfocamos el año desde tres ejes fundamentales que orientan nuestro MAFI en clave de formación integral: lo académico-cognitivo, lo socio afectico y el espiritual religioso, que se encuentran en el corazón de nuestros alumnos y en la misión de todos nuestros docentes. Expresan un modo ser que profundice con creatividad la comprensión del contexto desde una espiritualidad viva, un modo de proceder que comprometa la acción solidaria y un modo de evaluar que provoque competencia y reflexión.
Desde lo académico cognitivo se evaluó lo aprendido el año anterior seleccionando estrategias para recuperar aquellos saberes base de futuros aprendizajes. Se trabajó fuertemente en la autonomía personal, clave para la adquisición de hábitos y conductas que hagan conscientes las metas de aprendizaje y su consecuente planificación. Implicó un acompañamiento tan cercano como organizado por medio de nuevas estrategias, integrando lo presencial con lo digital y la sistemática promoción de valores y hábitos para volver a gustar y desarrollar el “oficio” de estudiante
Desde lo socio afectivo, en el marco del reencuentro presencial, se fortaleció el autoconocimiento de los alumnos, incorporando la autoevaluación que los enfrenta con la realidad y los obliga a buscar nuevas herramientas y estrategias para mejorar el sentido y la calidad de sus estudios. Asimismo se acompañó la identificación y expresión de las propias emociones luego de un año difícil de distanciamiento y virtualidad. Se trabajó en la empatía con el otro, en la recuperación del sentido de comunidad y el servicio hacía aquellos que más lo necesitan movilizando el corazón generoso del Salvador.
En este sentido y en el marco del Programa de afectividad se creó el plan de complementariedad que se trabajó en conjunto con el Colegio Jesús María. Este proyecto es parte del itinerario de maduración personal, buscando que nuestros alumnos asuman progresivamente una mirada que pone en debate la integración y la complementariedad desde la perspectiva de los géneros. Es importante, en esta etapa vital desarrollar el discernimiento para favorecer la reflexión sobre las propias concepciones, pre-juicios y acciones en función de establecer vínculos basados en el respeto y el compromiso a través del encuentro y el diálogo. Al trabajar estas experiencias de interacción entre alumnos y alumnas en un ambiente cuidado de respeto y cooperación fue posible desde la práctica enseñar a construir la igualdad y equidad favoreciendo la complementariedad, el trabajo en equipo y la colaboración para así superar la incomunicación, los conflictos y los estereotipos sociales.
Desde lo espiritual religioso, retomamos la práctica comunitaria y personal de la oración, la reflexión y la acción solidaria. Los alumnos de Séptimo grado a Segundo año tuvieron su experiencia de encuentro con Cristo y los alumnos mayores realizaron sus ejercicios espirituales. Ambos fueron espacios de oración, de encuentro con uno mismo y de un conocimiento más profundo de Dios a través de Jesús, como así la celebración de la Eucaristía y la pausa ignaciana. Asimismo se retomaron en forma presencial las comunidad del MEJ, Confirmación y el MAS como auténticos espacios de oración compartiendo la vida desde una experiencia comunitaria. Así, desde lo pequeño del encuentro que anima y educa, vamos sembrando la vivencia de una fe compartida como Iglesia en la búsqueda de formar discípulos misioneros de Jesús Salvador.
Siendo fieles a San Ignacio que nos enseña a poner el amor más en las obras que en las palabras, los alumnos de Séptimo grado a Quinto año tuvieron experiencias significativas de servicio a los demás, saliendo de su propia comodidad y superando la tentación del encierro y la indiferencia. Así lo hicieron con chicos con capacidades diferentes de la ONG, dando apoyo escolar en la Villa Rodrigo Bueno, y en el Servicio Jesuita al migrante, trabajando con las escuelas de Fe y Alegría y con la Obra San José. Asimismo se pudo retomar el Voluntariado con los alumnos de cuarto año que fueron a compartir la vida y la fe a Bahía Blanca donde realizaron diferentes servicios a los más necesitados. Estamos convencidos que la “experiencia interna” es la que transforma a la persona, fortalece la comunidad de fe y hace crecer el amor a Dios presente en los más pobres. En ese sentido nuestra propuesta de formación integral se acerca al mandato evangélico del “Amarás a Dios sobre toda las cosas y al prójimo como a ti mismo” (Mt. 12, 24-38) como nos enseña Jesús en la parábola del Buen Samaritano.
No hubiera sido posible asumir los desafíos de este año tan especial realizando todas estas actividades sin el testimonio de toda la comunidad educativa. Como “buenos samaritanos” supimos ayudarnos unos a otros, sosteniendo a los más frágiles y compartiendo nuestros cansancios con Esperanza. Desde los docentes que con compromiso, comprensión y sana exigencia buscan formar integralmente un pensamiento creativo, crítico y proactivo, abierto a nuevas miradas que prepara para saber argumentar , discernir y decidir hasta los tutores que con su acompañamiento y escucha permanente van orientando el proceso de crecimiento personal y espiritual de cada uno de los alumnos. Y desde ya con la colaboración y participación de las familias animando y sosteniendo las buenas raíces de sus hijos para un proyecto vital “con y para los demás”.
Dr. Fernando Rodríguez
Director de Secundaria